Entre la admiración y el desencuentro: Milei y el modelo Trump – Ivone Alves Garcia

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¿Sabés cuál es el problema cuando se admira a alguien pero no se entiende lo que hace? Que se termina copiando la cáscara, pero no el contenido.

Mientras todos discuten los exabruptos de Trump —que si está loco, que si es peligroso, que si grita demasiado—, lo que muchos no ven es que está reconfigurando el orden global. A su manera, claro. Con sus formas ruidosas, sí. Pero con un norte claro: recuperar el control sobre su país, su economía y su destino.

Y ahí es donde aparece nuestro presidente, que se dice trumpista… pero hace todo lo contrario.

Trump no cree en el libre comercio sin reglas, ni en las recetas del FMI, ni en entregar los recursos estratégicos a multinacionales sin condiciones. Él habla de soberanía, de industria nacional, de empleo productivo. Trump busca desacoplarse del orden globalista que desindustrializó a Estados Unidos.

Milei, en cambio, está haciendo exactamente lo que ese orden necesita: apertura indiscriminada, destrucción del Estado, endeudamiento y entrega. Dice admirar a Trump mientras ejecuta el modelo de Davos.

No alcanza con gritar “¡Viva la libertad, carajo!” frente a la estatua de Reagan si lo que se está haciendo es demoler todo lo que permite a un país pararse sobre sus pies.

Y no se trata solo de ideología. Se trata de estrategia. Mientras Trump busca sacar a su país del pantano, Milei se mete de cabeza en él. Mientras uno propone una economía productiva con empleos reales, el otro desarma lo poco que queda de tejido industrial argentino.

La pregunta que deberíamos hacernos no es si Milei se parece a Trump… Sino si Trump querría realmente tenerlo como aliado. Y todo indica que no.

Porque para el nuevo orden multipolar que se está gestando, una Argentina débil, vaciada y sin Estado no sirve. Una Argentina que se entrega no es útil, ni respetada. Solo reemplazable.

Y en ese mundo que se viene —ese que siempre analiza Marcelo Ramírez en HumoyEspejos—, los países que valen son los que se paran, no los que se arrodillan.

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