La otra guerra de Putin: enemigos adentro – Por Ivone Alves García

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“A veces, el enemigo no está del otro lado del océano… sino del otro lado del escritorio.”

Durante décadas, Occidente buscó debilitar a Rusia con sanciones, bloqueos, desinformación y demonización mediática. Quisieron aislarla, empobrecerla, fragmentarla desde el exterior. Pero lo que no lograron desde afuera, ahora lo intentan desde adentro.

Porque hay una verdad que incomoda a los defensores de la narrativa única: la fractura interna es el método favorito del poder global.
Cuando no pueden quebrar una nación a cañonazos, lo hacen por dentro.
Cuando no logran derrotar un liderazgo por presión, siembran dudas, divisiones, rupturas.

Y aunque Vladimir Putin se muestra sólido, firme y decidido en el plano internacional —con visión estratégica, respaldo social y una postura soberana frente al mundo— hoy enfrenta otra batalla, más invisible, pero no menos letal: la de los intereses infiltrados dentro de sus propias fronteras.

No se trata de traidores con pasaportes falsos ni de espías con micrófonos. Se trata de élites económicas que añoran los años dorados de Occidente, de sectores políticos que aún responden a la lógica del globalismo, de funcionarios y comunicadores que siguen repitiendo los dogmas liberales del siglo pasado… como si Moscú aún dependiera del aplauso de Bruselas.

Esto no es solo una disputa económica.
Es una disputa cultural, moral y política.
Una parte de Rusia lucha por consolidar su soberanía, reafirmar su identidad, construir un destino multipolar.
La otra parte quiere volver a las fiestas de Londres, los negocios de París y los tratados impuestos desde Washington.

El conflicto del siglo XXI ya no es solo entre países.

Es dentro de cada país.

Lo que vemos en Rusia, lo que intuimos en otros países emergentes, lo que vivimos en carne propia en América Latina, responde a una misma matriz de dominación: fracturar desde adentro lo que no se puede dominar desde afuera.

Y Rusia, aunque más preparada, no es la excepción.

Entonces nos toca preguntarnos:
Si incluso una potencia como Rusia, con liderazgo fuerte, con planificación a largo plazo, con cultura estratégica y con respaldo social sostenido, tiene que lidiar con presiones internas que buscan socavar su rumbo… ¿qué queda para nosotros?

¿Qué queda para Argentina, donde ni siquiera hay un proyecto nacional que nos convoque?
Donde los liderazgos duran lo que dura un ciclo electoral.
Donde la soberanía se cambia por dólares.
Y donde la voluntad de resistir se diluye entre discursos vacíos y gestos teatrales.

¿Quiénes son nuestros enemigos internos?

Tal vez la respuesta no esté en mirar siempre hacia afuera.
Quizás haya que empezar a poner nombre y rostro a los que sabotean desde adentro: los que negocian en nombre del pueblo sin consultarlo, los que entregan sin condiciones, los que se arrodillan sin que nadie los empuje. Porque ninguna nación puede enfrentar las tormentas externas si está podrida desde adentro.
Y ningún pueblo puede levantarse si sus dirigentes solo saben agachar la cabeza.


📌 Análisis geopolítico de Marcelo Ramírez – Editorial de Ivone Alves García
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