Lecciones de Oriente

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Prefacio de: Bai Tongdong, Los márgenes de la civilización: La posición histórica de China yel progreso humano (Letras Inquietas, Cenicero, 2024)

Bai Tongdong (1970) es un físico y filósofo chino que ha escrito sobre variados temas,
desde la Inteligencia Artificial hasta la Filosofía Política. Ha sido profesor e
investigador en los Estados Unidos y ahora lo es en la República Popular China. Ocupa
la Cátedra Dongfang en la Universidad Fudan en China, y es profesor de Leyes en la
Universidad de Nueva York. Comenzó sus estudios en el ámbito de la Física Nuclear y
en la Filosofía de la Ciencia, aunque su labor académica principal se centra en el
análisis de las características de la civilización china y la importancia del marco común
confuciano en el que ésta se ha venido desenvolviendo. Hay quien le clasifica dentro del
grupo de los “neoconfucianos”.


El profesor Bai Tongdong se plantea si la civilización china es tan única y singular
dentro de las grandes civilizaciones mundiales como se dice tan a menudo.
Comencemos diciendo que una civilización es una cultura muy amplia (de extensión
continental y, a veces, transcontinental), algo así como una unidad cultural (un ethnos,
pueblo o nación con características propias muy definidas) que se ha expandido mucho
más allá de su solar originario. Los griegos vivían mucho más allá de la Hélade, y
llegaron a la Península Itálica, a la Ibérica, al Mar Negro, etc. Los romanos salieron de
su minúsculo Lacio y arribaron a las Islas Británicas, a los Bosques germanos, a los
confines del Sahara, a Finisterre y a Iraq…La cultura hispánica, por su parte, nacida
realmente en Covadonga, e hija de Roma, no se circunscribió a las montañas nórdicas
de España sino que se proyectó sobre gran parte de América y algunas zonas de África y
Asia. Se podrían dar más ejemplos de civilizaciones entendidas como culturas
hipertróficas, nacidas al calor de conquistas imperiales y henchidas de vocación
universal.


Spengler le atribuyó, hará cosa de un siglo, un matiz muy negativo al concepto de
civilización. En su famosa obra La Decadencia de Occidente, entiende por civilización
una cultura vieja y exangüe, una enorme cáscara cadavérica que impide (por
pseudomorfosis) el nacimiento de culturas jóvenes y potencialmente vigorosas que
brotan bajo ella. Así la cultura clásica (grecolatina o “apolínea”) dificultó durante
mucho tiempo el surgir de la Europa “germano-católica” medieval, esto es, la Europa
medieval fáustica, destinada a ser radicalmente diferente de la civilización mediterránea
antigua.


Huntington rehabilita las civilizaciones, las considera algo más que cadáveres y en esto
se contrapone a Spengler. Son grandes sujetos polemológicos los cuales han de
“chocar” entre sí por fuerza. El autor americano está muy interesado en hablar de
“Occidente” como una fusión de la cristiandad católico-romana y la protestante, en
choque con la ortodoxa, así como con las restantes (musulmana, budista, confuciana,
etc.), Huntington busca unión espiritual en donde sólo hay nexo por alianza militar y
económica.
Los partidarios de la idea de la Hispanidad no podemos aceptar esto de “Occidente”.
Creemos firmemente en una civilización Hispánica distinta de la Anglosfera,

incompatible con ella en muchos aspectos –axiológicos y estructurales. Lo que ocurre es
que una civilización, que coincide muchas veces con una religión universalista
(cristianismo, islam, etc.) o con una ética de amplio rango, funcionalmente equiparable
con una religión (confucianismo, budismo) suele contar con una nación-estado
hegemónica. Los Estados Unidos son el hegemón de un conglomerado que se
caracteriza por una cierta visión neoliberal disolvente y disoluta, que acaba minando las
antiguas bases católicas y protestantes en las que un día se asentaron las naciones de
“Occidente”. Ahora mismo, Occidente es la civilización del ateísmo y el nihilismo,
armados por la OTAN, la que se enfrenta a la Gran Rusia Ortodoxa (y también
musulmana y chamanista) o a la Gran China socialista y confuciana. Centrémonos en
esta última.


La pregunta del autor es muy relevante. China ¿es diferente? ¿Es la civilización “más
antigua y continua del mundo?
No es diferente. China pasó por procesos de feudalismo y de guerras a muerte entre
“Estados combatientes” antes de llegar a ser un gran Imperio-Civilización. China, de
otra parte, vivió separada pero no completamente aislada del resto del mundo. Cumplió
los requisitos endógenos para levantar esa gran civilización hace milenios: mucha gente,
mucho territorio, grandes ríos que dan fertilidad y posibilidad de transporte, y la
posibilidad consiguiente de aplicar los grandes inventos (metalurgia, caballo, rueda,
escritura) en grandes masas de población urbanizada en gran parte. Las diferencias entre
China y otras civilizaciones estriban en la escasez de vecinos “al mismo nivel
civilizatorio”. Casi todos y casi siempre, los vecinos de China fueron “bárbaros” esto es,
pueblos competidores en lo militar (y a menudo, vencedores) pero nunca superiores en
tecnología y cultura.


Las antiguas civilizaciones mediterráneas estaban muy lejos del núcleo autógeno de la
civilización china. Esto indica que hubo comunicación, aunque lenta y difícil. El
difusionismo en materia de inventos nunca debe quedar del todo descartado (a
diferencia del enfoque de Spengler, que tiende a una visión monadológica, a lo Leibniz,
de las culturas y civilizaciones), pero, además, en el caso de los chinos debe explicarse
con el concurso de los pueblos nómadas de las grandes mesetas que hay entre el
Mediterráneo y el país de China. Estos “bárbaros” destruían, pero también
comunicaban. Invadían los imperios de gente civilizada, pero también ellos se dejaban
civilizar y actuaban como exportadores de civilidad. De otra parte, la propia
construcción endógena de una gran unidad civilizacional-estatal como es la China fue
un proceso largo en donde la guerra y el genocidio no ocuparon un papel tan destacado.
Los romanos y los árabes se expandían “a sangre y fuego”, en cambio los chinos se
unieron con más paz y sentido de la integración.


De acuerdo con el profesor Dugin, vuelven los grandes “polos” civilizacionales:
“Occidente colectivo” (liderado por los yanquis), Eurasia (liderado por Rusia), China,
India, Islam y, rezagados, la “negritud” africana y lo que él llama “Latinoamérica”. El
último término es muy desafortunado y debería ser sustituido por “Hispanidad”.
El filósofo ruso prefiere hablar de un entendimiento entre estos polos, y sueña con una
unidad de todos contra el “Occidente” altamente etnocéntrico y supremacista que
lideran los Estados Unidos de América. Sería, de verdad, muy valioso que las élites de
estos polos aprendieran a reconocer la diversidad y supieran reconocer el liderazgo de
cada gran Estado-civilización en los dominios regionales que le son propios. Los chinos

han sabido crecer por asimilación desde hace milenios. Se trata de una evolución
inclusiva, basada en la incorporación -pocas veces cruenta, aunque nunca incruenta del
todo- de numerosas etnias. Actualmente hay en el país asiático unas cincuenta etnias,
todas “chinas”. Ese imperio civilización no necesita emigración extranjera, ni consiente
la invasión ilegal, como lo consiente Europa. Ellos tienen ya toda la diversidad que
necesitan, y los chinos mismos se pagarán sus propias pensiones de jubilación. No
esperan a que lo hagan africanos o magrebís, u otros pueblos exóticos para ellos. La
ética confuciana, basada –entre otros principios- en el sentido del deber, la
responsabilidad, el esfuerzo propio como deuda a la comunidad y como aportación a la
armonía social, encaja perfectamente con el socialismo “de corte chino”, pero es una
ética que nunca lo hará con el neoliberalismo que, en su caso límite, convierte al
hombre en bestia y mercancía.
Aprendamos de los chinos. Al saber más sobre ellos, sabemos más acerca de nosotros.


https://www.amazon.es/Los-m%C3%A1rgenes-civilizaci%C3%B3n-hist%C3%B3rica-
Inquietas/dp/B0D4VZ9M1L


Bai Tongdong: Los márgenes de la civilización: La posición histórica de China y el progreso
humano (Letras Inquietas, Cenicero, 2024)
Edición de Carlos X. Blanco.

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