Lo que estamos viendo en Texas es apenas el comienzo – Por Marcelo Ramírez

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Que Estados Unidos es un país lleno de contradicciones, no hay demasiadas dudas. Esto, que hasta hace unos años parecía una nota de color, ahora comienza a transformarse en un problema serio. 

Las tensiones en ese país han aumentado tras un tiroteo que dejó a un soldado muerto y otro hospitalizado. No quedó claro el tema, pero ambos hombres formaban parte de la 1.ª División de Caballería del Ejército, III Cuerpo Blindado, en Fuerte Cavazos. 

Tenga relación o no con el conflicto dado entre Texas y el gobierno central de Biden, es una muestra más de la gravedad de la disputa interna.

La grave crisis en las relaciones entre el gobierno federal y el estado de Texas, que podría tener consecuencias de gran alcance para la política migratoria en Estados Unidos, es solo una manifestación más de las desavenencias internas que amenazan con desestabilizar al coloso americano. El gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott con la administración Biden, que continúa aplicando una “política de puertas abiertas”, atrayendo inmigrantes con la esperanza de que una vez que se naturalicen y se conviertan en ciudadanos estadounidenses, apoyen al Partido Demócrata en las elecciones.

De esta manera, buscan compensar la falta de popularidad de sus políticas.

Por otro lado, los republicanos hacen sonar la alarma sobre la delincuencia de los inmigrantes y sobre el hecho de que los mismos están cambiando el código cultural básico del país, quitando empleos estadounidenses. El desempleo está hoy en niveles bajos, pero crecen las sospechas de un “dopaje” sobre la economía estadounidense a partir de inyecciones abultadas de la Reserva Federal, que mantienen números que, de otra forma, estarían en rojo.

Las acusaciones contra Abbott incluyen denuncias sobre que el gobernador texano, desde 2022, ha resuelto enviar a los inmigrantes ilegales que entraron a Estados Unidos a otros estados, incluido Nueva York. El uso de la inmigración como herramienta política es una práctica habitual en muchas partes del mundo, y Estados Unidos no es la excepción.

Texas no está sola en el enfrentamiento con el gobierno federal en manos de los demócratas. Otros 25 estados: Alabama, Alaska, Arkansas, Carolina del Sur, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Florida, Georgia, Iowa, Idaho, Indiana, Louisiana, Mississippi, Missouri, Montana, Nebraska, Nevada, New Hampshire, Ohio, Oklahoma, Tennessee, Utah, Virginia, Virginia Occidental y Wyoming, han ofrecido colaboración en esta virtual insubordinación a la orden a las intenciones del Gobierno Federal, que está avalado por una resolución de la Suprema Corte que, una vez más, a pesar de ser conservadora, vuelve a desairar a Trump.

Estos Estados representan aproximadamente el 35 % de la población total de Estados Unidos, el 25.49 % del Producto Bruto Interno (PBI) total del país y el 57.25 % de la superficie total.

La situación se agrava cuando el Movimiento Nacionalista de Texas (TNM), pide al gobernador que «convoque inmediatamente una sesión especial para considerar la cuestión de la independencia de Texas». Las encuestas estiman que el 30 % de los texanos apoyan la independencia y este número crece.

Un analista ruso, Kirill Benediktov, estima que “si las contradicciones entre Texas y el centro federal llegan a un punto sin retorno, entonces Texas podría convertirse en el núcleo de una nueva confederación de estados republicanos que se opongan a las políticas liberales del gobierno federal”.

La probabilidad de que esto ocurra es muy alta dada las tensiones de todo tipo, pero especialmente en el orden cultural que han llevado a que el principal enemigo de un estadounidense no sea un ruso, un chino o un iraní, sino otro estadounidense. El odio profundo entre ambos bandos, que se expresan a través de Trump y el que se nuclea con Biden, y que consideran que su enemigo es interno.

La situación se pone más seria si recordamos que en el propio Texas se encuentran los depósitos de armas más importantes de los Estados Unidos y están bajo control de las autoridades locales.

Se estima que las unidades más capacitadas para el combate de la Guardia Nacional de los Estados Unidos están en Texas y están bajo el mando del gobernador Abbott. Si contamos también a las unidades de aquellos estados que han expresado su apoyo, sumarían un total de 102,000 soldados. Este número representa casi la mitad de los 209,800 miembros de la Guardia Nacional de todo Estados Unidos, lo que indica que una porción significativa de la fuerza podría considerarse en manos de los estados desafiantes.

La Guardia Nacional está equipada con un impresionante arsenal, incluyendo tanques M1A1 Abrams y vehículos de combate de infantería M2A2 Bradley. Además, posee cañones autopropulsados M109A6 Paladin de calibre 155 mm y sistemas antiaéreos de avanzada como el Patriot MIM-104 y el AN/TWQ-1 Avenger.

En cuanto a su capacidad aérea, la Guardia Nacional tiene unidades especializadas como la 147th Attack Wing. Esta unidad opera los drones MQ-1B Predator, que se utilizan para misiones de inteligencia, vigilancia, reconocimiento y ataques de precisión a objetivos terrestres. También cuenta con la 149th Fighter Wing, que dispone de los avanzados aviones de combate F-16C/D Fighting Falcon.

En conclusión, la Guardia Nacional de Estados Unidos es un verdadero ejército con soldados entrenados, igual que el resto del US ARMY. Sus miembros generalmente entrenan un fin de semana al mes y dos semanas al año. Este esquema se conoce como «drill weekends» y «annual training» y pretende mantener sus capacidades al mismo nivel que el ejército nacional.

En este panorama hay una controversia sobre si Texas tiene la prerrogativa de retirarse unilateralmente de la Unión o no. Texas ingresó con ese requisito; sin embargo, hay jurisprudencia en contra. En 1869, la Corte le negó ese derecho. No obstante, llegado a ese punto, el problema se resolverá política, y tal vez, militarmente. 

Lo legal simplemente queda subordinado a esto último. En definitiva, siempre es así en temas claves.

El problema crece, 300.000 inmigrantes ilegales ingresaron solo en diciembre en Texas y unos 12 millones desde que llegó Biden al poder. Los críticos sostienen que no se puede ignorar el problema o tratarlo con buena voluntad solamente.

Los cuestionamientos parten de que no hablan el idioma y que necesitan salud, alimentos, vivienda y seguridad. Estados Unidos tiene hoy decenas de millones de habitantes en situación de calle y no puede hacer frente a esta oleada.

La situación se ha extendido hasta el otro gran punto de concentración de inmigrantes, como es Nueva York, cuyos ciudadanos observan el crecimiento del descontento con la molesta mendicidad de los inmigrantes en las calles y se quejan ante las autoridades locales. El alcalde negro de la ciudad, el demócrata Eric Adams, se vio presionado para introducir un toque de queda para los visitantes en los centros de detención temporal el 16 de enero. Los recién llegados no pueden permanecer en lugares públicos desde las once de la noche hasta las seis de la mañana, so pena de dar con sus huesos en algunos de los doscientos centros registrados.

Las restricciones solo alcanzan hasta ahora a cuatro puntos, entre los cuales se encuentran Brooklyn y Manhattan.

Un hecho notable es que la división entre aquellos que están con Biden y los Estados que están con Texas refleja con bastante precisión el mapa que divide entre quienes prohíben el aborto y quienes lo permiten.

Si a este cuadro lo ampliamos en detalle, en base a las proyecciones sobre cómo evolucionará este tema a corto y mediano plazo, y luego lo comparamos con los Estados que apoyan a Texas, vemos una correlación interesante.

Los Estados liberales y los conservadores se reflejan en cada una de estas posiciones y las políticas woke reflejan la fractura irreconciliable interna de los Estados Unidos.

Trump es la cara visible del movimiento que se rebela contra lo que se conoce también como globalismo, el sector que se hace visible en hechos como el Foro de Davos o el Foro Económico Mundial. También controlan los organismos internacionales como la ONU y los servicios de Inteligencia occidentales.  Su proyecto es la Agenda 2030, donde la gobernanza global, los DD. HH. (visión del Occidente Colectivo) y el Cambio Climático son los ejes.

Esos ejes son los que mencionó la Canciller Mondino ante un reportaje de la CNN, mostrando el reacomodamiento de Milei y su gente a la agenda global.

Trump, ya con la experiencia de no contar con el apoyo ni la neutralidad de las instituciones estadounidenses, ha aprendido por las malas que el mito de la democracia en su país, es nada más que eso, un mito.

Esta vez ha decidido prepararse para el choque y está trabajando en un equipo de 300.000 funcionarios públicos, que ocuparán los cargos importantes de la administración pública y las áreas sensibles como la Seguridad e Inteligencia.

Este es el panorama a menos de un año de la elección más relevante de la historia por dos razones. La primera es que de las decenas que se producirán en el mundo, esta es la más significativa porque está en juego la política del Estado más relevante del mundo actual.

Si Rusia, por ejemplo, solo convalidará el liderazgo de Putin, Estados Unidos deberá decidir sobre dos orientaciones contrapuestas. Esto sucede por primera vez en muchísimo tiempo, donde las elecciones no cambiaban nada, pero esta vez sí hay mucho en juego.

La segunda razón es precisamente la derivación de esto. La Guerra Mundial Nuclear directa se decidirá en Washington. Si gana Biden, o quien lo suceda por ese sector, el rumbo de colisión está garantizado. Hoy la UE a través de la OTAN está haciendo el papel de telonero en el espectáculo, hasta que el Hermano Mayor tome directamente las riendas en el asunto.

Si gana Trump, veremos la disolución de la propia OTAN, el retiro de Estados Unidos de su papel como gendarme de las corporaciones mundiales y un posible aislamiento, un cierre en sí mismo.

De esta manera tomaría la forma final el mundo multipolar, donde los Estados Unidos serían uno de esos polos. 

En pocas palabras, un mundo multipolar o la guerra más sangrienta, y por mucho, de la historia. Y eso se definirá en Estados Unidos, en las elecciones, tal vez, o en otros movimientos políticos y probablemente también armados.

Lo que estamos viendo en Texas es apenas el inicio de lo que una vieja película estadounidense declaraba como “el año en que vivimos en peligro”.

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