Hay declaraciones que duelen.
Pero no porque sorprendan…
Sino porque confirman lo que ya sabíamos: que hay dirigentes dispuestos a resignar todo, incluso lo más sagrado, con tal de que los aplaudan en el extranjero.
Milei dijo que los kelpers deben “votar con los pies”.
Una frase importada, que repite la lógica anglosajona, y que rompe —con liviandad— décadas de lucha diplomática, política y simbólica de la Argentina por Malvinas.
Y uno se pregunta…
¿Tan fácil es borrar una causa histórica?
¿Tan simple es pararse frente al mundo y decir que, si los que habitan las islas quieren ser británicos, entonces así debe ser?
¿Dónde queda nuestra soberanía?
¿Dónde están los 649 héroes caídos?
¿Dónde quedó el discurso de patria, de orgullo nacional, de defensa del territorio?
Esto no es solo una provocación.
Es una rendición.
Pero una rendición sin batalla. Una entrega sin conflicto. Una claudicación disfrazada de modernidad.
Porque cuando un presidente dice que hay que respetar la autodeterminación de quienes fueron llevados por la fuerza por una potencia colonial, no está hablando de libertad.
Está hablando de sumisión.
¿O acaso alguien cree que si una base militar estadounidense se instala en Tierra del Fuego y sus soldados “votan con los pies”, entonces ya no es más Argentina?
Pero lo más peligroso no es lo que Milei dice.
Es lo que no entiende.
No entiende que Malvinas no es una cuestión territorial.
Es una cuestión de dignidad nacional.
Es un símbolo.
Un límite.
Una trinchera de memoria, de historia y de futuro.
Porque el día en que aceptemos que todo puede negociarse,
que todo es una encuesta, una encuesta con botas y pasaporte británico,
ese día, no nos queda más nada.
Y entonces no será solo Malvinas.
Será el agua, el litio, la Antártida, el mar, la tierra, la gente.
Hoy, más que nunca, hablar de Malvinas no es hablar del pasado.
Es hablar del presente que estamos regalando.
Y del futuro que ya nos están escribiendo desde afuera.
Milei podrá gritar libertad, pero en su voz hay entrega.
Podrá hablar de modernidad, pero camina de la mano de los imperios de siempre.
Y nosotros, desde este lugar,
seguimos diciendo lo que nunca vamos a negociar:
Malvinas fue, es y será argentina.
Porque no se vota con los pies.
Se defiende con la historia, con la verdad y con el corazón de un pueblo que no se rinde.