Hoy me he despertado deprimido porque no podía dejar de recordar todo lo que está ocurriendo en el mundo y en particular en Argentina, y mi depresión se ha transformado en agresividad e ira la que voy a dar rienda suelta escribiendo esta nota.
A lo largo de mis 77 años de vida, pero sobre todo en estos últimos, me he dado cuenta de que lo que caracteriza al ser humano es, sobre todo, su estupidez y egoísmo. Estupidez, porque la repetición de sus actos y consecuencias de los mismos, a lo largo de décadas, no le ha llevado a cuestionarse ni por una sola vez que lo que no funciona, ni puede funcionar, es el sistema, no las personas. Dado que parece que la gente es dura de entendederas y mi forma de expresión pudiera parecerle críptica, lo voy a tratar de explicar para que hasta el más tonto lo entienda: si una escudería de Fórmula 1 se empeñase en ganar los Grandes Premios utilizando como automóvil un Volkswagen Escarabajo, y después de correr durante toda una temporada no hubiese logrado ganar ni una sola, ustedes qué creen que debería hacer la escudería. ¿Cambiar de pilotos o de automóvil?
Llevamos décadas cambiando pilotos sin resultado, pero todavía no he encontrado una sola persona que cuestione el automóvil. Todo lo más, proponen alguna mejora, como sería cambiar de ruedas o combustible. La mayoría insiste en que se utiliza mal el vehículo, sin darse cuenta de que un Volkswagen Escarabajo, por más voluntad o ciencia que se aplique, nunca será un vehículo capaz de competir con éxito en Fórmula 1.
Me viene a la memoria una frase atribuida a Menachen Begin y al Talmúd, aunque tendremos que creer que esa atribución es falsa, porque así nos lo han ordenado. Que refiriéndose a los no judíos con la siguiente frase: «las otras razas son bestias y animales, como mucho, son ganados«.
Aunque me duele mucho tener que reconocerlo, como se suele decir, ‘lo ha clavado’: somos ganados. Porque, al igual que el ganado, mientras nos dejen disfrutar de una cierta libertad, pastar y reproducirnos, no nos preocupa nada más. Y no nos damos cuenta de que el pastor, lo que pretende, es que engordemos antes de llevarnos al matadero para alimentarse con nuestra carne.
Otra faceta de la estupidez es la extremada apreciación que, en general, hacemos de aquellas cualidades con que Dios, o la naturaleza, tuvo a bien dotarnos; en particular, la que hemos dado en llamar inteligencia. Rara es la persona que, en cuanto a la resolución de determinados temas, tiene la humildad de reconocer que hay que dejarlos en manos de personas que, por su dedicación, están más preparadas para ello.
Aunque nunca debemos dejar de aportar nuestras ideas, con la esperanza de que llegará un líder que será el que nos sacará de la miseria en que nos hallamos, porque precisamente por limitarnos a gozar de la vida, pastar y reproducirnos, hemos llegado donde estamos.
Como me gusta predicar con el ejemplo, publiqué en este mismo blog una nota que les invito a que lean, si todavía no lo han hecho. Se titula ‘Inspiración divina’, donde aporto lo que algunos podrán calificar de utópicas ideas para modificar la sociedad, no solo la Argentina, sino muchas otras que se encuentran en la misma situación y por la misma causa ya apuntada: la estúpida repetición de fórmulas ya fracasadas.Algunos podrán argüir que lo que yo pretendo en mi anterior nota es imposible de llevar a la práctica, pero ¿cómo saberlo si no se intenta? Que es muy difícil, ya lo sé; que puede costar hasta sangre conseguirlo, también. Pero hay un refrán que dice: ‘Para hacer una tortilla, hay que romper huevos’.