Las hojas del otoño ya han caído sobre Europa. Un barro espeso y sucio se agarra a los pies. Los viejos árboles del subcontinente van quedando desnudos, como el alma de sus pueblos. La escasa luz del cielo anuncia el invierno. Puede que este próximo invierno sea un invierno nuclear. Los ancianos, que vivieron varias guerras entre hermanos, rebuscan entre la basura, mientras los bárbaros ya vuelven en tropel, gozosos de obtener gratis zapatillas y calzones de marca. En el busque se apiñan miles de pequeños huérfanos, semidesnudos y sucios, con cabellos que semejan al trigo, fruto en su mayoría de vientres empoderados, que lógicamente les han dejado en abandono. A lo lejos, desde un alto minarete, una voz extranjera llama a la oración. Pero la catedral de la ciudad, bombardeada por los anarquistas, subvencionados por la Comisión, se yergue entre los altos robles malheridos, con boquetes de los impactos. La bandera del arcoíris ondea sobre ella.
Úrsula sale en las pantallas. El bosque trata de ser bosque, pese a los miles de pantallas digitales allí instaladas. Ella dice “la guerra es la paz”, y los guardias que llevan un perrito Shiba Inu en la espalda arengan a quienes hacen cola para recibir drogas y alimento. Hace diez años que ha caído Kiev, y casi un millón de alemanes ha pedido asilo en las zonas rusas. Los barcos ilegales que salen de España, Italia y Francia buscando la ruta del Mar Negro son ametrallados sin piedad por la flotilla de la OTAN. La “policía de la moral” colabora estrechamente con Bruselas. Quienes pretendan emigrar al Este serán sometidos a trabajos forzados o encerrados en campos de reestructuración cognitiva. Otra vez Úrsula dice que los frentes están estancados, pero que hace falta más sangre, más sudor, y más lágrimas.
Donoso es un español. Huyó de la Península cuando ésta fue “recuperada”, según el lenguaje oficial de Bruselas, por Marruecos. Se escondió en la Selva Negra tras una odisea atravesando media Europa. Tuvo que hacer de todo para conseguir alimento o refugio. La “policía de la moral” alemana colabora estrechamente con las autoridades alauitas y el Mosad. Es un infiel, alguien apartado de los Tres Libros: Talmud, Corán y Agenda 2050. En el Centro de Adiestramiento ya había formulado preguntas incómodas a los instructores.
Donoso se encuentra en el bosque con otros fugados, que aguardan bien organizados. Los hay de todas las naciones. Un belga le ofrece un trozo que queso rancio y unos mendrugos de pan envueltos en papel de periódico. Hacía años que no existían periódicos en papel, y las fotos de un Pedro Sánchez canoso luciendo el uniforme de Secretario General de la OTAN le recuerdan tiempos pretéritos. Tiempos en los que todavía no habían caído drones marroquíes sobre el sur de España ni tampoco sus soldados habían hecho razzias atroces. En la primera de ellas, aún siendo joven, habían secuestrado a casi mil mujeres para llevárselas a los harenes de Córdoba, Málaga, Sevilla, Rabat y demás ciudades del Islam. Después se llevaron a muchas más, con ayuda tecnológica y militar de los israelitas. De ellos habla con su compañero belga.
Éste le narra que el corazón de la Unión Europea está controlado por tropas americanas. Pero la “policía de la moral” actuaba en nombre de las Tres Religiones y los Tres Libros. El más reciente de los Textos Sagrados preveía para 2050 la creación de un clero y una red de Casas Orantes. Su primer párrafo, el encabezamiento de la Agenda 2050, decía así: “la guerra es la paz”; y también: “quien bien te quiere, te hará llorar”. “La Unión Europea te quiere”. “Nada sin ella, todo con ella, todos para ella”.
Los drones “NAFO” pasan muy cerca. Pero sus sistemas de captación de odio no registraron nada. Donoso y los demás fugados no odiaban suficientemente. Pero ya estaban muy cerca de las compañías rusas emboscadas. Eran como avanzadillas que rescataban gente occidental, a la que luego atendían humanitariamente para animarles, después, a repoblar Ucrania, Polonia, Rumanía y otros países liberados y, desgraciadamente, despoblados por tanta carnicería.
Al fondo del bosque ve las luces. El código de los rusos es comprendido al instante por los fugados. Chapoteando entre el barro, dan a conocer su presencia. Estaban a salvo. Atrás se queda Úrsula, cada vez más sola, cada día más arrugada, odiando al ver que la gente odiaba. Sus drones y policías de la moral detectaban odio y más odio, aunque no siempre eran efectivos. La gente no amaba la Agenda 2050 ¿Por qué será?