El título de la nota es un viejo proverbio español, tan viejo como cierto.
Tras la lectura del extracto de una revista de derechas que recibo por e-mail todos los días, y en la cual se nos alertaba del peligro chino y ruso, me quedé pensando si quien tal cosa escribía era un discapacitado mental en grado sumo o una persona interesada, en sentido crematístico, en nuestra pertenencia a lo que se ha dado en llamar el Occidente Colectivo. Pero, conocedor de la trayectoria personal de quien aquello escribía, tuve que rechazar esta última opción.
Teniendo en cuenta la situación en que se encuentra España, no se puede concebir que se hable del peligro que podría derivarse de una relación comercial amistosa con China o Rusia, cuando el país —por culpa de nuestra pertenencia a la UE y a la OTAN— ya en el presente, no en un hipotético futuro, se encuentra invadido por personas que tratan de imponer sus costumbres sobre las nuestras.
El estado de la justicia es tal que hay un juez en la cárcel desde hace dos años sin sentencia alguna. La corrupción alcanza niveles inauditos, estando imputados por tal delito ministros, exministros y jueces del Tribunal Constitucional, no solo ante la justicia española, sino ante los tribunales de la UE, donde todos los personajes metidos en política tienen cuentas millonarias sin declarar en paraísos fiscales, incluida la reina consorte.
Por causa del presunto cambio climático, se talan miles de olivos que proporcionan riqueza hoy y la proporcionarían durante cientos de años, y en su lugar se instalan placas fotovoltaicas cuya vida útil es de 30 años. Se arruina todo el campo español, favoreciendo la UE la importación desde terceros países, a los cuales se les exime de cumplir los requisitos que se exigen a los productos españoles.
Se está a las órdenes de un lobby promarroquí, formado mayormente por exministros del PSOE y otros políticos del mismo partido.
La política energética ha propiciado la inseguridad del suministro de energía eléctrica y una carestía solo justificada por el empeño de que la mayor parte de la producción deba ser de origen renovable.
La red ferroviaria se ha convertido en un verdadero caos, porque los que la dirigen son políticos sin la menor formación para ello, y porque cada vez hay un mayor robo de cable eléctrico, ya que existen bandas especializadas en ello.
Menos de la mitad de la población tiene que sostener a la otra mitad. Porque, aparte de a los jubilados y de la casta funcionarial necesaria, deben sostener a toda una casta parasitaria clientelar de la política que no produce riqueza —solo vive de la que producen los demás— y proveer dinero para todo tipo de subvenciones a ONGs, gran parte de ellas regentadas por afines a los políticos estén o no en el gobierno.
Se imposibilita la formación de familias mediante un costo desorbitado de la vivienda, obviando que la vivienda debería ser un derecho, nunca un mercado para hacer negocios. Se fomenta el aborto y se penaliza la natalidad de los autóctonos.
La criminalidad alcanza límites inasumibles, en gran parte ocasionada por inmigrantes de origen magrebí, inmigración propiciada por el gobierno y mantenida en gran parte por el presupuesto nacional, puesto que una parte considerable de estos inmigrantes vive sin trabajar, a cuenta de subsidios que algunos incluso cobran desde Marruecos, a donde vuelven a vivir, porque allí los subsidios españoles dan mucho más de sí.
Capítulo aparte merecen los llamados menas, es decir, «menores no acompañados» marroquíes que no se sabe por qué tenemos que mantener en España a pan y manteles. Menores cuyas edades nunca se saben, porque llegan sin documentos, y a los cuales lo primero que se les hace es proporcionarles un celular, aunque muchos ya lo traen. ¿A cuenta de qué tenemos que hacernos cargo de ellos? ¿Por qué no los devuelven a Marruecos?
Lo que acabo de contar es solo la punta del iceberg sobre la situación de España, donde el mayor pecado que pudimos cometer fue meternos en la UE y en la OTAN. Todo ello a propuesta de los EE.UU., que estrenó nuestra «amistad» asesinando al previsto sucesor de Franco, el almirante Carrero Blanco, y obligándonos a abandonar nuestro proyecto, ya en camino, de dotarnos de una bomba nuclear.
¡¡¡Los amigos son así, no como los chinos, que nunca nos hicieron nada!!!
Se comprende la afición de los países de la anglosfera por las vacunas; al fin y al cabo, sus políticas son siempre preventivas como aquellas.
Lo que no se puede entender es que haya gente, presuntamente inteligente, que crea en la buena fe de los países de la anglosfera, a menos que su ignorancia histórica sea notable.
Empezando por UK, podríamos citar las guerras del opio, para lograr que China aceptase abrir sus puertos al comercio del opio, cuyo consumo estaba diezmando la población china. Siguiendo por las numerosas hambrunas que mataron a millones de indios bajo el Imperio Británico (desde su independencia, la India no ha sufrido ninguna hambruna), o de cómo les cortaban a las mujeres indias un dedo para que no pudiesen tejer, porque sus tejidos arruinaban las industrias textiles del Reino Unido.
Podemos seguir con el exterminio de los aborígenes de Tasmania, de los cuales no quedó uno solo. La población de aborígenes australianos pasó de 900.000 cuando llegaron los británicos al continente, a 30.000.
La década de 1960 marca un punto de inflexión en la recuperación por los aborígenes australianos de sus derechos civiles más básicos. En 1962, la legislación de la Commonwealth les dio el derecho de voto, y en 1967 se aprobaron por referéndum dos enmiendas a la Constitución australiana por las que ya no se hacían distinciones entre los aborígenes y la población de otro origen.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Aborigen_australiano)
El holocausto persa, otro de los episodios de los que nadie habla, fue la muerte por hambruna ocasionada por los británicos durante su dominio del país.
Pasando ya a los EE.UU., harían falta muchas páginas para explicar todas las guerras —todas de invasión— en que han estado y siguen estando inmersos desde su fundación. Incluyendo el exterminio de los indígenas que habitaban el territorio que actualmente ocupan. La última vez que hice la cuenta, ya hace años, me salía que desde su fundación en 1776, solo han permanecido sin estar implicados en alguna guerra durante 13 años.
Como el lector habrá podido comprobar, para España el peligro está en China, país con el que nunca tuvimos ningún roce, y debemos acercarnos a los países de la anglosfera, que trataron de destruir el Imperio Español durante siglos, hasta que al final lo consiguieron.
Todo lo que nos sucede como país tiene su origen en nuestra adscripción, desde la muerte de Franco, a lo que ahora llamamos Occidente Colectivo.
Ahora comprenderán que el título de la nota no era una excentricidad, sino la expresión de un deseo irreprimible.
Por Alberto Ugalde